Ciclo de Músicas del Payró,
El ciclo curado por Miguel de Olaso y Haydée Schvartz.
Esta vez, se presentan Víctor Torres, -tenor- bajo la dirección de Rubén Szuchmacher, regie.
Entradas $ 100
Reservas al 4312-5922 o por Alternativa Teatral.
Calicanto (palabras de Víctor Torres)
Paseo, partiendo de una imagen de la niñez, luminosa, tranquila, abierta.
El calicanto le llamaban, y aún le llaman, a la fuente de agua que hay en una finca en Padilla, Tucumán, de mi familia paterna. Pasé en ella un verano casi entero, quizás fue un mes, pero para mí el tiempo allí se detuvo, se produjo una burbuja y no sé cuanto duró, creo que aún perdura. Recuerdo el sabor opaco del agua, tan fría.
Mi bisabuelo, don Vittorio, hizo un agujero en el terreno no sé con que fines y no, no salió petróleo, brotó agua… agua que baja del cerro San Javier, vaya a saber uno, filtrada y pura, pues con cal y canto la canalizaron, y la fuente principal, a la entrada de la casa, agua siempre, todo el tiempo, agua viva, inagotable, para cocinar, para baldear, para regar la caña de azúcar y la huerta de mi tía Michila.
Todas las tardes a la hora de la siesta, un momento sagrado en esos pagos, yo me quedaba en un salón grande del caserón, sentado a un viejo piano desafinado, con candelabros, tocando, largo rato; era mi momento preferido del día, tocaba, improvisaba, jugaba, descubría poquito a poco mi música. Las posibilidades del piano extendió mis fronteras, por una parte la inmensa cantidad de notas para jugar, y por otra, la limitación de aquellas que sonaban “mal”… mi música venía conmigo; en el fondo del jardín de mi casa de Coghlan descubrí mi voz, cantando con mi tamborcito, y aplaudido por el vecino polaco que podaba sus arboles.
En aquel lugar, hidratado por este calicanto, con el canto en mi interior, descubrí esta música, o sea, le saque un velo que la cuidaba cariñosamente, y la dejé fluir.
Calicanto
Voz: Víctor Torres
Régie: Rubén Szuchmacher
Sábado 12 de noviembre, 17 hs.
Entradas $ 100
Reservas al 4312-5922 o por Alternativa Teatral.
Calicanto (palabras de Víctor Torres)
Paseo, partiendo de una imagen de la niñez, luminosa, tranquila, abierta.
El calicanto le llamaban, y aún le llaman, a la fuente de agua que hay en una finca en Padilla, Tucumán, de mi familia paterna. Pasé en ella un verano casi entero, quizás fue un mes, pero para mí el tiempo allí se detuvo, se produjo una burbuja y no sé cuanto duró, creo que aún perdura. Recuerdo el sabor opaco del agua, tan fría.
Mi bisabuelo, don Vittorio, hizo un agujero en el terreno no sé con que fines y no, no salió petróleo, brotó agua… agua que baja del cerro San Javier, vaya a saber uno, filtrada y pura, pues con cal y canto la canalizaron, y la fuente principal, a la entrada de la casa, agua siempre, todo el tiempo, agua viva, inagotable, para cocinar, para baldear, para regar la caña de azúcar y la huerta de mi tía Michila.
Todas las tardes a la hora de la siesta, un momento sagrado en esos pagos, yo me quedaba en un salón grande del caserón, sentado a un viejo piano desafinado, con candelabros, tocando, largo rato; era mi momento preferido del día, tocaba, improvisaba, jugaba, descubría poquito a poco mi música. Las posibilidades del piano extendió mis fronteras, por una parte la inmensa cantidad de notas para jugar, y por otra, la limitación de aquellas que sonaban “mal”… mi música venía conmigo; en el fondo del jardín de mi casa de Coghlan descubrí mi voz, cantando con mi tamborcito, y aplaudido por el vecino polaco que podaba sus arboles.
En aquel lugar, hidratado por este calicanto, con el canto en mi interior, descubrí esta música, o sea, le saque un velo que la cuidaba cariñosamente, y la dejé fluir.