Debido a las indicaciones de mi médico, (durante este post operatorio, que se prolonga más de lo pensado) nada de transporte público, sólo encontrar un alma caritativa que me lleve en su auto, remises o taxis.
Mis circunstancias hacen que el 99% de los traslados sean en taxí. Los conductores, llamados en confianza y total respeto "tacheros", son verdaderos solucionadores de problemas, no solamente sugieren el mejor tratamiento para esa dolencia molesta, sino que también tienen respuestas para los problemas del país y del mundo.
Una raza aparte, los gentiles tacheros saben de todo un poco, la política, economía, medicina, situación laboral y sentimental, carecen de secretos para estos componedores no reconocidos. Debe ser por la variedad de disciplinas estudiadas por ellos. Me he topado con ingenieros, analistas de sistemas, economistas, técnicos mecánicos, politólogos, escritores, artistas y muchísimos más.
Más allá del mal humor que a unos pocos les genera el tránsito endemoniado de la ciudad, los cortes por arreglos, piquetes y demás, en su mayoría han sido conmigo muy amables y han tenido suficiente paciencia para aguardar mientras me acomodo en el asiento y luego cuando desciendo apoyada en la manija de la puerta.
Vaya mi profundo agradecimiento a estos caballeros del volante (no he tenido el placer de viajar con una señora), que me hacen el viaje más placentero, logrando que mi mente corra a un costado las incordios que me ocupan durante los minutos que dura el trayecto.
Al llegar a destino, saco la billetera y con gusto les dejo una parte importante del presupuesto en sus manos. Nada comparado con la sabiduría que obtuve y voy acumulando en estos viajes.